Así por ejemplo, una persona anti-religiosa lo es por una mala experiencia que ha tenido con sus feligreses o con el pastor. En consecuencia, a la hora de debatir con esas personas de religión, se tiene que hablar con delicadeza y escuchar para evitar discusiones acaloradas.
Se trata de comprender el punto de vista del otro, aunque sus ideas chocan con las tuyas.
Al fin y al cabo, las discusiones sólo sirven para conocer o entender la perspectiva del otro.
Asimismo, cuando se habla de personajes públicos que tienen opiniones contrarias a las propias, lo primero que se hace es investigar sobre ellas, es decir saber por qué piensan de esa manera: conocer su pasado de ahí que se conozca lo que ha dado origin a su modo de ver la realidad.